sábado, 28 de junio de 2008

Viva La Vida: Parte I

Este post tenía más ganas de ser escrito que cualquier otro que haya sido concebido antes en este espacio. A principios de este mes planeaba con cuidado el contenido del mismo, pero por los motivos que a continuación les haré saber entenderán que me era casi imposible. No podía (principalmente porque no quería) dejar por escrito todo aquello que tanto deseaba alcanzar cuando no tenía la seguridad de que lograría. Pero lo hice. Y con ello puedo decir que me encuentro en el mejor momento de mi vida, al menos dentro de los casi 21 años que llevo habitando este cuerpo mundano y terrenal.

Hace un año no me habría imaginado así, ni lejanamente. Ni siquiera hace unos meses. Lo mejor de todo es que no sólo cambió mi entorno, cambié yo y sin habérmelo propuesto desperté de la vigilia en la que me encontraba. Descubrí partes de mí que pensé haber perdido y otras más que hubiera deseado reconocer con anterioridad.

Creo que se llega a un punto en la vida en donde uno se pregunta hacia dónde va, o en el caso de tener al menos una vaga respuesta a esa pregunta, se cuestiona entonces si ha logrado la meta a la cual planeaba llegar. Cuando entré a la escuela superior, sentía que debía continuar el camino que recorrí en la vocacional. Aquella pasión por terminar la Ingeniería era imperante, me impulsaba y era mi motor para llegar temprano a tomar clases; desgraciadamente, después del primer semestre entré en un bache emocional muy grande porque, básicamente, me decepcioné de mí misma. Mis resultados no eran los que esperaba, sólo obtuve materias reprobadas, promedio deficiente y lo peor, que rebasaba por mucho a las anteriores: perdí la pasión por mi carrera.

Durante gran parte de mi estancia en la escuela superior (especialmente el segundo año) encontraba algunos chispazos que me hacían seguir yendo. Algunas prácticas de Electrónica Digital, en ocasiones el proyecto final de Bases de Datos I o de Introducción a los Microprocesadores, pero realmente nada me hacía sentir completamente feliz. Al menos no académicamente hablando. Además, sentía una enorme frustración al creer (equivocadamente, claro está) que aquellas asignaturas del Departamento de Básicas en que tanto tiempo ocupé no tenían relación alguna con lo que yo buscaba hacer; incluso pensaba que el programa de estudios tendría que modificarse o, en el peor de los casos, era yo la que tenía que irse y encontrar en otra institución lo que tanto esperaba haber encontrado en semestres anteriores. Hubo semanas donde sólo llegaba a 3 o 4 clases o a las que tenía después de las 11 del día (tenga en cuenta, querido lector, que el horario matutino en el cual me inscribí cubría las clases de las 7 a.m. hasta la 1:30 p.m.). Tuve entonces la oportunidad de aprobar todas las materias, y simplemente opté por dejarla ir.

Siguió el tiempo su curso y yo seguía con la misma actitud, aunque en ocasiones aquellos destellos aminoraban un poco la apatía. Sin embargo, llegó el momento de pasar a Quinto Semestre y yo aún debía Cálculo II; ya había decidido no recursarla y por puro orgullo (ego, en realidad) me propuse aprender por mi cuenta y presentar el examen a título de suficiencia (mejor conocido por los alumnos del IPN como ETS) para quitármela de encima de una vez por todas. Dos horas de nerviosismo y muchas páginas del Swokowski después...



Continuará...




(ok, en menos de 24 hrs publicaré la Parte II, nomás era pa' hacerla de emoción)

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